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Más allá de la foto perfecta: consejos para fotografiar el alma de Galápagos por Francesco Turano

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Fotografiar las Islas Galápagos es, al mismo tiempo, increíblemente fácil e inmensamente difícil. Fácil, porque los sujetos están por todas partes, son únicos y no se sienten en absoluto intimidados por nuestra presencia. Difícil, porque capturar la verdadera esencia de este lugar requiere más que un buen objetivo: exige paciencia, respeto y la capacidad de "ver" más allá de la imagen de postal. Simplemente documentar es una cosa, inmortalizar una escena y capturar el alma de un lugar o los momentos de la vida es otra muy distinta. Así que planteemos las cosas de manera diferente desde el principio e intentemos entrar en una nueva dimensión, restableciendo el contacto con la naturaleza.


1. La luz es nuestra guía

La luz en el ecuador es potente y, cuando es vertical, resulta difícil de gestionar. Las horas centrales del día (de 10 a 15 h) pueden crear sombras duras y contrastes excesivos. Las horas doradas, en cambio, son pura magia: el amanecer y el atardecer. La luz se vuelve cálida, suave y rasante. Es el momento perfecto para realzar los colores, las texturas de la piel de las iguanas o la silueta de un paisaje volcánico. Aprovechemos cada minuto de estas ventanas de luz mágica tratando de captar escenas de la vida en la atmósfera adecuada.


2. El respeto de las distancias

La regla de los dos metros no es solo una norma del Parque, sino también una oportunidad creativa. En lugar de acercarnos, usemos un teleobjetivo. Esto nos permitirá aislar al sujeto creando retratos íntimos sin molestar al animal, además de comprimir los planos acercando visualmente fondos lejanos a nuestro sujeto. Es muy importante capturar comportamientos naturales: un animal a gusto es un sujeto mucho más interesante que un animal en alerta. El respeto por la naturaleza es la base de cualquier enfoque fotográfico.


3. Cuente una historia

El retrato de un piquero es hermoso, pero la foto de dos piqueros en medio de su danza de cortejo cuenta una historia. Por eso, debemos buscar las interacciones, los contextos, los detalles. Un cachorro de león marino jugando con su madre, un pinzón de Darwin posándose sobre una tortuga, o cualquier cosa que nos parezca interesante mientras sucede ante nuestros ojos. Una colonia de iguanas marinas en un acantilado de lava negra es mucho más potente que una sola iguana aislada. Pero incluso una iguana aislada puede volverse interesante si captamos sus actitudes y comportamientos. Aprendamos a observar los detalles: centrémonos en las patas azules de un piquero, en la mirada antigua de una tortuga, en la textura de la piel de un tiburón. Lo importante es captar, interpretar, inmortalizar.


4. Listos para todo: el equipo

El teleobjetivo zoom (p. ej., 70-200 mm o 100-400 mm) será su mejor aliado para respetar las distancias y obtener retratos magníficos. El gran angular (p. ej., 16-35 mm) será, en cambio, indispensable para capturar los impresionantes paisajes volcánicos. Pero también ópticas intermedias entre ambos pueden servir para captar momentos fugaces debidos a la presencia integrada de algunos animales con las personas, lo que crea situaciones insólitas que hay que capturar al vuelo.


La mejor fotografía de Galápagos no será solo la técnicamente perfecta, sino aquella que, una vez en casa, nos haga sentir de nuevo allí, evocando momentos de belleza incomparable que siempre llevaremos en el corazón después de haber presenciado situaciones únicas en el mundo. Si observamos con paciencia e interpretamos con el corazón, nos llevaremos el sabor de un mundo maravilloso y único, que recordaremos con nostalgia cada vez que observemos una foto de aquellos días.




 
 
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